CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


domingo, noviembre 23, 2025

EL NIÑO DE LA BICICLETA

Hace unos días, por cuestiones de trabajo, tuve que cerrar la biblioteca. Comprobar que todos los usuarios hubieran salido, cerrar puertas y y apagar luces. 

No es difícil, en el silencio de la ausencia, escuchar algún que otro ruído.

Es más, en un edificio de esas dimensiones, cualquier crujido de la madera que allí vive, se convierte, rápidamente, en un lamento o cuchicheo. 

Yo nunca había estado en esa estancia de la biblioteca, por eso, tras desconectar el aire acondicionado y apagar las luces dejando la sala en la penumbra que le daba la luz de la calle, no me esperaba, en ningún momento, que al girarme para cerrar la puerta, un  niño montado en una bicicleta me estuviese mirando fíjamente. 

Juro que no grité. Ni lloré. Pero tuve ganas de ambas cosas cuando se me aflojaron las piernas y se me cayeron las llaves al suelo, que tuve que recoger a tientas bajo la atenta mirada de aquel gigantesco niño. 

Pegué un pingo (respingo para los bien hablados) que, sin saber cómo, me dejó en menos dos, en la puerta de la biblioteca, cerrándola por fuera.


Que el mundo es un pañuelo no es una frase hecha, porque a los pocos días de encontrarme aquel niño en la bicicleta, tuve que atender a un señor que vino a apuntarse a los Talleres Culturales, que dicho sea de paso, tantas horas de bienestar proporcionan a los carmonenses a través de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Carmona.

Pues resulta que aquel señor, José Manuel Muñoz Sánchez, era el nieto del niño de la bicicleta y, además, el autor de aquella exquisita pintura en la que, José Manuel, con apenas veinte años, había retratado a su abuelo cuándo éste era un niño.

En una breve conversación, el pintor y nieto del niño de la bicicleta, se delató como artista que es, cuando compartió conmigo que lo importante del arte eran las múltiples lecturas que cada observador hace de él. Me pareció un apunte, no por obvio, menos  enriquecedor, y dando buena cuenta del generoso espíritu que normalmente alienta a los artistas a ejecutar obras que nos hagan sentir cosas, a abrirnos el alma en canal.

Gracias, José Manuel, por dejar que sea tu abuelo el que custodie un lugar en el que el conocimiento manda. Y enhorabuena por despertar emociones en los demás, que aunque en mi caso la primera fuera miedo, ahora ya es admiración.

Manolo Martínez

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sábado, noviembre 22, 2025

LA CHUPA DEL SEGUNDO HIJO


Cuando tuviste tu primer hijo no había tiempo de que su chupa tocara el suelo porque te tirabas a “tocarajo” por ella, como si fueras Iríbar haciéndose una “palomita”. 

...y en el excepcional caso de que el chupete rozara, lévemente, las impolutas losas, lo sumergías, en un santiamén, en desinfectante, o en una olla con agua hirviendo. 

La chupa del segundo hijo fue otra cosa, como mucho iba del suelo a un "pacaypallá" en tu pantalón de pana, pero, la mayoría de las veces, iba del suelo a la boca. 

Dime, ¿no te sientes muchas veces como la chupa del segundo hijo? 

Por ejemplo, cuando ensayas en tu cabeza, una y otra vez, discusiones imaginarias con gente con las que, habitualmente, cuando las tienes frente a frente, te restriegas como un gato y mides tus palabras. 

Dime, ¿te ocurre o no? 

Y mientras los días se te escapan de las manos como anguilas, tú sigues imaginando lo que le vas a decir mañana. Coño, po díselo hoy. 

No es bueno tragarse las cosas, es sano desembuchar, muy sano.

Manolo Martínez

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sábado, noviembre 15, 2025

EL CUADRO DE CABELLO


Dicen los enteraíllos que este cuadro del ciervo acosado por una jauría de perros, es de Paul de Vos, pero se equivocan de "pe a pa" porque este cuadro era de Cabello. 

Lo sé porque yo estaba delante la tarde que mi padre se lo compró a Antonio, el que llevaba la tienda de Muebles Barrera en el Paseo del Estatuto, justo donde ahora está la tienda de los chinos. 

El día que mi padre colgó en la pared del salón esta jauría de perros nadie quería sentarse a cenar dándole la espalda. 

Era una sensación angustiosa, como si en un cualquier momento, uno de aquellos galgos decidiera soltar al venado, y saltar del cuadro a uno de nosotros, a sabiendas de que seríamos un bocado mucho más tierno. 

Recuerdo a mi abuela sorbiendo la sopa sin despegar los ojos del lienzo.

Tampoco he podido olvidar el día que “echaron” en la tele “Bambi”, porque, por cada cucharada de fideos que yo metía en mi boca, mis ojos echaban al caldo del puchero, un “viaje” de lágrimas mientras miraba de reojo a los perros zamparse a otro pariente de Bambi. 

“Lo van a dejar solo en el mundo”, pensaba sin poder parar de llorar. 

Yo estaba seguro de que aquel cuadro sólo estaba en mi casa, pero, con el tiempo, comprobé que raro era el hogar de los años 70 que no tuviera una copia del cuadro que compró mi padre a ditas. 

…anda que no vendería cuadros Cabello. 

Para que ahora vengan los eruditos diciendo que el cuadro es de Paul de Vos.

De Cabello, coño, de Antonio Cabello el de Muebles Barrera primero, y Muebles Cabello después. Una maravillosa persona, dicho sea de paso

Manolo Martínez

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sábado, noviembre 08, 2025

Mingalario


A treinta metros del ayuntamiento, la casa de todos, y frente a la iglesia del Salvador, la casa de todos también (tenemos casa por todos lados), un camino adoquinado nos da elegir entre hablar con Dios o comer y beber como dios. Nuestros antepasados lo tenían claro ¿de qué vas a hablar con la barriga vacía? Por eso optamos por entrar en Mingalario primero. 

Es una taberna como dios manda, que para eso vive justo en frente. Suelo de barro, barra de mármol y un cielo del que llueven jamones. Entre el suelo y el cielo, un delantal con Antonio dentro. Nada más pisar el albero Antonio nos bendice ofreciéndonos la gloria en forma de migas, pavías, milhojas de carne mechá y queso de cabra o el santo y seña de la casa, las pringaítas.

Buenos caldos despachan allí para que, en veinte minutos, nos hagan ver las cosas de otra forma. La manzanilla, el Beronia o la cerveza nos achica el problema y nos ensancha el horizonte. Con media conversación y otra media de jamón, ya lo vemos todo claro. La vida es Comer, Beber y Hablar. Trabajar no. Trabajar no es vivir. Hay que trabajar para pagar la media de jamón, y punto.



El reloj va más despacio en aquella cantina. Va como debe ir, al compás del… 

 Llena aquí Antonio, esta ronda la pago yo 

¡Que vista tuvo el que decidió construir, frente a Mingalario, el Salvador! Comidos y bebidos ya podemos hablar. Lo que pasa es que confundimos hablar con pedir. Nos pasa siempre. Pedimos más que hablamos.   

 Pon la penúltima Antonio. 

Manolo Martínez         

sábado, noviembre 01, 2025

LAS SOBRAS

Lo que queda de la comida cuanto te levantas de la mesa son las sobras. Con las sobras creció una generación, la de nuestros abuelos, la de la postguerra. Más tarde, con esas sobras se criaban en los pueblos, a los cerdos, las gallinas y todo bicho viviente que tuviese estómago y patas. 

Hoy, mientras nuestros hijos ven la última serie de Netflix en un móvil que a menudo supera la nómina del padre, miles de niños de la India, Brasil y otros países, recogen las sobras para sobrevivir. Y lo peor es la absoluta indiferencia con que el resto del mundo civilizado les observa mientras remueven la basura sin que se nos remuevan las tripas. 


Circula por ahí un informe que asegura que con la cuarta parte de la comida que tiramos a la basura desaparecería el hambre del mundo, 800 millones de personas mueren por no tener acceso a nuestras sobras. ¿Qué hacemos rezando? ¿Qué le contamos a los santos cuando contemplamos esto? 
Ser activos para cambiar estar realidad tiene más valor que un padrenuestro.

Manolo Martínez

domingo, octubre 26, 2025

LA ROPA DEL DOMINGO

La ropa del domingo era sagrada. Por nada del mundo tu madre consentía que te la pusieras un día entre semana, ni siquiera para ir a casa de la Tita Pepa, que era lo más que se despachaba en Tita. 

El Viernes Santo y el Viernes de Feria estrenábamos trapos, y esas dos mudas pasaban automáticamente a ser la ropa de los domingos. 

Con ellas visitábamos a los abuelos o nos íbamos de bares con nuestros padres. Eso sí, que Dios nos librase de mancharnos la ropa del domingo con el aceite de los calamares porque a nuestras madres les daba algo. 

—¡Ay Dios mío…la ropa del domingo! ¡Camarero… un K2R… o polvo de talco que chupe el aceite! 


Hoy la ropa del domingo es una especie en peligro de extinción. Nuestros hijos se ponen a diario una ropa por la mañana y otra por la tarde, y los que ya soplamos las  mismas velas que Espinete, apenas si salimos los domingos, por lo que se nos quedan colgadas en las perchas tantos domingos que cuando volvemos a vestirlas, parece que hemos salido de un capítulo de “Cuéntame”. 

Manolo Martínez

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sábado, octubre 25, 2025

UNA PESCADA "ASÍN" DE GRANDE

Una pescada así de grande. Eso era lo que buscábamos cuando íbamos a “La Herradura”. 

¿Se acuerdan ustedes de aquella taberna en la cuesta del matadero? Nos sentábamos haciendo equilibrios en las sillas con veladores sembradas sobre aquel repecho de cemento, hasta que llegaba el mudo, el camarero, quién, con dos voces y un manoteo, nos preguntaba qué íbamos a tomar. 

Le contestábamos llevándonos el pulgar a la boca y haciendo el gesto de beber, y luego, mostrándole cuatro dedos que querían decir cuatro cervezas. 

Pedir las tapas era más rápido. Apoyábamos la mano derecha de costado sobre la mitad el antebrazo izquierdo, casi un corte de mangas, y luego volvíamos a enseñarle cuatro dedos. El mudo entendía, a la primera, que aquello eran cuatro pescadas "asín" de grande.

Después de rellenar las jarras de cerveza tres o cuatro veces, bajábamos la pendiente haciendo eses, hasta llegar a la discoteca La Gloria, mientras escuchábamos “Cara de gitana… dulce apasionada…” 

Carmona, cualquier sábado de mil novecientos ochenta y poco, el siglo pasado, es decir,  que somos de esos afortunados que, aún mudando de siglo, seguimos vivos, ¿te puede pasar algo mejor?   

Manolo Martínez

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