CARPE DIEM



Dentro de veinte años, lamentarás más las cosas que no hiciste, que las que sí hiciste. Así que, suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.


sábado, noviembre 08, 2025

Mingalario


A treinta metros del ayuntamiento, la casa de todos, y frente a la iglesia del Salvador, la casa de todos también (tenemos casa por todos lados), un camino adoquinado nos da elegir entre hablar con Dios o comer y beber como dios. Nuestros antepasados lo tenían claro ¿de qué vas a hablar con la barriga vacía? Por eso optamos por entrar en Mingalario primero. 

Es una taberna como dios manda, que para eso vive justo en frente. Suelo de barro, barra de mármol y un cielo del que llueven jamones. Entre el suelo y el cielo, un delantal con Antonio dentro. Nada más pisar el albero Antonio nos bendice ofreciéndonos la gloria en forma de migas, pavías, milhojas de carne mechá y queso de cabra o el santo y seña de la casa, las pringaítas.

Buenos caldos despachan allí para que, en veinte minutos, nos hagan ver las cosas de otra forma. La manzanilla, el Beronia o la cerveza nos achica el problema y nos ensancha el horizonte. Con media conversación y otra media de jamón, ya lo vemos todo claro. La vida es Comer, Beber y Hablar. Trabajar no. Trabajar no es vivir. Hay que trabajar para pagar la media de jamón, y punto.



El reloj va más despacio en aquella cantina. Va como debe ir, al compás del… 

 Llena aquí Antonio, esta ronda la pago yo 

¡Que vista tuvo el que decidió construir, frente a Mingalario, el Salvador! Comidos y bebidos ya podemos hablar. Lo que pasa es que confundimos hablar con pedir. Nos pasa siempre. Pedimos más que hablamos.   

 Pon la penúltima Antonio. 

Manolo Martínez         

sábado, noviembre 01, 2025

LAS SOBRAS

Lo que queda de la comida cuanto te levantas de la mesa son las sobras. Con las sobras creció una generación, la de nuestros abuelos, la de la postguerra. Más tarde, con esas sobras se criaban en los pueblos, a los cerdos, las gallinas y todo bicho viviente que tuviese estómago y patas. 

Hoy, mientras nuestros hijos ven la última serie de Netflix en un móvil que a menudo supera la nómina del padre, miles de niños de la India, Brasil y otros países, recogen las sobras para sobrevivir. Y lo peor es la absoluta indiferencia con que el resto del mundo civilizado les observa mientras remueven la basura sin que se nos remuevan las tripas. 


Circula por ahí un informe que asegura que con la cuarta parte de la comida que tiramos a la basura desaparecería el hambre del mundo, 800 millones de personas mueren por no tener acceso a nuestras sobras. ¿Qué hacemos rezando? ¿Qué le contamos a los santos cuando contemplamos esto? 
Ser activos para cambiar estar realidad tiene más valor que un padrenuestro.

Manolo Martínez

domingo, octubre 26, 2025

LA ROPA DEL DOMINGO

La ropa del domingo era sagrada. Por nada del mundo tu madre consentía que te la pusieras un día entre semana, ni siquiera para ir a casa de la Tita Pepa, que era lo más que se despachaba en Tita. 

El Viernes Santo y el Viernes de Feria estrenábamos trapos, y esas dos mudas pasaban automáticamente a ser la ropa de los domingos. 

Con ellas visitábamos a los abuelos o nos íbamos de bares con nuestros padres. Eso sí, que Dios nos librase de mancharnos la ropa del domingo con el aceite de los calamares porque a nuestras madres les daba algo. 

—¡Ay Dios mío…la ropa del domingo! ¡Camarero… un K2R… o polvo de talco que chupe el aceite! 


Hoy la ropa del domingo es una especie en peligro de extinción. Nuestros hijos se ponen a diario una ropa por la mañana y otra por la tarde, y los que ya soplamos las  mismas velas que Espinete, apenas si salimos los domingos, por lo que se nos quedan colgadas en las perchas tantos domingos que cuando volvemos a vestirlas, parece que hemos salido de un capítulo de “Cuéntame”. 

Manolo Martínez

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sábado, octubre 25, 2025

UNA PESCADA "ASÍN" DE GRANDE

Una pescada así de grande. Eso era lo que buscábamos cuando íbamos a “La Herradura”. 

¿Se acuerdan ustedes de aquella taberna en la cuesta del matadero? Nos sentábamos haciendo equilibrios en las sillas con veladores sembradas sobre aquel repecho de cemento, hasta que llegaba el mudo, el camarero, quién, con dos voces y un manoteo, nos preguntaba qué íbamos a tomar. 

Le contestábamos llevándonos el pulgar a la boca y haciendo el gesto de beber, y luego, mostrándole cuatro dedos que querían decir cuatro cervezas. 

Pedir las tapas era más rápido. Apoyábamos la mano derecha de costado sobre la mitad el antebrazo izquierdo, casi un corte de mangas, y luego volvíamos a enseñarle cuatro dedos. El mudo entendía, a la primera, que aquello eran cuatro pescadas "asín" de grande.

Después de rellenar las jarras de cerveza tres o cuatro veces, bajábamos la pendiente haciendo eses, hasta llegar a la discoteca La Gloria, mientras escuchábamos “Cara de gitana… dulce apasionada…” 

Carmona, cualquier sábado de mil novecientos ochenta y poco, el siglo pasado, es decir,  que somos de esos afortunados que, aún mudando de siglo, seguimos vivos, ¿te puede pasar algo mejor?   

Manolo Martínez

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domingo, octubre 19, 2025

UNA CERVEZA MUY FRÍA

 “La vida no es tan difícil de llevar. Hay que dormir a la hora de dormir, hay que comer y beber a la hora de comer y de beber, hay que pasear cuando hay que pasear, mirar la mar y el cielo cuando hay que mirarlos, y hacerlo todo, como cuando se es joven”. 

Así hablaba la tía Gala, un personaje de Garci, mientras se fumaba un puro mirando al mar.

Aún así, sólo nos ponemos las pilas cuando le vemos las orejas al lobo, cuando, mientras los cabellos se visten de plata, los riñones se nos llenan de piedras, la sangre de azúcar y los pies de plomo. 

Es entonces, cuando la segunda lectura nos lanza el salvavidas, porque la misma plata que nos blanquea el cabello es la que nos templa el ánimo, igual que el excedente de azúcar en sangre se debe a que con los años nos volvemos más dulces, tiernos y tolerantes. 

¿Y las piedras? Con ellas construimos los caminos y, a ciertas edades, hemos andado tantos que empezamos a buscar posada, sosiego y pucheros. 

En fin, a estas alturas, toca observar, escuchar y estirar el corazón hasta tocar el futuro de los hijos con la punta de los dedos, poco más, si acaso una cerveza bien fría.


 Manolo Martínez

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sábado, octubre 18, 2025

EL CONEJO DE LA LOLE


Ya no hay catetos con boinas en los pueblos, hoy los catetos llevamos ropa de marca con la etiqueta por fuera, al menos eso decía Rafael Azcona. 

Bebemos Coca-Cola, comemos en McDonald, nos vestimos de Lacoste y Ralph Laurent, y nos cagamos en unos Calvin Klein. 

Ya no soy “yo y mis circunstancias”, ahora soy “yo y mis marcas”. 

Menos mal que Lacoste no fabrica lentillas. Se imaginan el mareo que sería ver, sorteando el rabo del dichoso cocodrilo impreso en las lentillas, porque lo que nos importa es que se vea la marca. 

Eso de valorar las cosas por su etiqueta es como leerse un artículo sólo por su titular. 

De muestra un botón, ¿cuántos de ustedes habéis empezado a leer este artículo sólo por su insinuante título? 

¿Y cuántos habéis leído hasta el final confiados en que en algún renglón apareciera el dichoso conejo?

 Pues eso.

                                                                       Manolo Martínez

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lunes, octubre 13, 2025

...SI ME QUERÉIS, IRSE


 Hay momentos en la vida en que uno quiere estar solo. Es más, necesita estar sólo, por las razones que sea, o porque te lo pide el cuerpo entero. Pero está Murphy, el imbécil de siempre, para recordarnos que si algo puede “salir” mal, saldrá mal. 

Y justo ahí, en el aprieto, cuando la circunstancia requiere sosiego, empiezas a escuchar al impertinente de turno untándole prisa al trance, mientras golpea con los nudillos dos veces la puerta que te separa de la ignominia: 

Oiga… ¿le queda mucho?, te pregunta aquella mala persona.


Si te concedieran en ese mismo instante un único deseo lo tendrías claro. Escaparte de ahí, como el cabrito que vemos en la foto, por el agujero más chico que hubiera. 

Pero en larga cola del baño no está el genio que concede los deseos, sólo hay prostáticos y niños con las rodillas juntas mientras sus manos estrangulan al único inquilino de sus braguetas. Entre tanto, sus madres gritan desde la fila sin soltar al niño de la mano: 

—Pero…, ¡por Dios!, ¿Qué está haciendo? Lleva una hora ahí dentro. 

Tú inspiras, repasas uno por uno tus chakras, y esperas a que una gota de sudor frío que baja despacio por tu frente se frene en la ceja. Entonces reúnes las escasas fuerzas que aún conservas tras los fallidos intentos y susurras, arrastrando la voz junto al retortijón: 

—Ya vooooy… 

…pero es mentira, no puedes ir todavía. Menos mal que te acuerdas de la Lola, y con una mano agarrándote los pantalones a la altura de las rodillas y la otra abriendo la puerta, asomas la cara blanca porque la sangre no le llega, y le gritas  a la fila:  

—Si me queréis…irse. 

Manolo Martínez


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